Hola, soy Daniel Aragay y te doy la bienvenida a Haciendo el
Sueco. En estas últimas semanas
estamos llevando a cabo unos especiales explorando los temas
más complejos de la salud mental
con el doctor Friedman del Instituto Carolínska de Suecia.
Estamos en la cuarta entrega
de nuestra serie especial sobre prevención del suicidio.
Antes de comenzar quiero recordarte que puedes encontrar
todos los recursos, enlaces
y referencias en las notas del programa. Si te gusta nuestro
trabajo y quieres apoyarnos,
te invitamos a que seas mecenas en aragay.net nuestra red de
podcast. Aparte, si eres mecenas,
podrás encontrar la transcripción de estos capítulos
especiales en Patreon.
En este capítulo hablaremos de factores de riesgo, adopción,
trauma, minorías y cómo
podemos ser más conscientes y empáticos con el sufrimiento de
otros.
Hoy vamos a adentrarnos en uno de los capítulos más complejos
de nuestra serie sobre prevención
del suicidio. Y cuando digo complejo, no lo digo por decir.
El doctor Friedman me advirtió. Daniel,
los factores de riesgo no son una simple lista de
verificación.
Imagina que estás mirando
un ecosistema. No es solo un árbol, una piedra o un animal.
Es una red intrincada donde cada
elemento influye en todos los demás. Así son los factores de
riesgo del suicidio.
El doctor Friedman nos contó una historia, la historia de María.
No, no es un nombre real,
pero podría ser la historia de cualquiera. Una mujer de 35 años
con un trabajo estable,
un salario decente, una familia que parece funcionar. Para el
mundo exterior todo está bien,
pero la realidad es mucho más profunda. Hablemos de control
económico. No se trata solo de tener
dinero en el banco. Se trata de algo más fundamental, la
sensación de que puedes dirigir tu propia vida.
Imagina trabajar en un empleo donde tu salario apenas cubre lo
básico,
donde cada mes es una lucha de supervivencia. No es solo una
cuestión de números, es una
sensación constante de impotencia. Cada factura es una
montaña, cada gasto no previsto un precipicio.
Un amigo psicólogo del doctor Friedman le dijo una vez, la
precariedad no es solo económica,
es emocional y tiene toda la razón. Las estadísticas son
frías, dicen que la
inestabilidad laboral aumenta el riesgo de problemas de salud
mental, pero detrás de cada
número hay una historia humana, hay dolor, hay esperanza
frustrada.
Pensemos en los contextos sociales. No hablo de cuántos
amigos tienes en Facebook,
hablo de conexiones reales, de redes que te sostienen cuando el
mundo parece desmoronarse.
He conocido personas con miles de contactos digitales, cientos
de miles de contactos
digitales, que se sienten más solos que nunca, y he conocido
personas con pocas amistades pero
tan profundas que son un verdadero escudo contra la
desesperación. La soledad no es un problema
de cantidad, es un problema de significado. ¿Cuántas personas
en tu vida realmente te ven?
No miran, ven. ¿Y las relaciones? Uff, las relaciones
no son solo parejas románticas,
son toda la red de conexiones humanas que nos sostienen. Un
abrazo de un hermano,
una llamada inesperada de un amigo, la mano de un padre, un
café con alguien que realmente escucha,
cada uno de estos momentos es un hilo que nos mantiene conectados
a la vida.
El Dr. Friedman lo resomía así. No estamos tratando factores de
arriesgo,
estamos hablando de la textura misma de la experiencia humana.
Hablemos de algo que desafía nuestra comprensión más
inmediata, como la religión, la política y
el sentido de pertenencia pueden convertirse en un escudo contra
la desesperación. No vengo a
hablar de ideologías abstractas, vengo a contarte sobre la
necesidad humana más profunda,
que es sentir que formas parte de algo más grande que tú mismo.
Cuando el Dr. Friedman nos contó
sobre los campos de concentración nazis, sentí un
escalofrío, no por el horror que ya conocemos,
sino por algo mucho más esperanzador, la capacidad
humana de encontrar sentido en medio del sin
sentido. Imagina el contexto más oscuro posible, un lugar donde
la dignidad humana parece haber sido
completamente destruida y, sin embargo, algunos encuentran una
luz, no por casualidad, sino por
una convicción profunda. En los campos nazis, dos grupos
mostraron una resiliencia sorprendente,
por una parte los testigos de Jehová y por otra los
comunistas. No porque el infierno fuera menos
infernal, sino porque tenían algo que muchos otros habían
perdido, un contexto, una comprensión.
Ellos estaban allí por sus opiniones, por lo que habían
dicho y hecho, cada uno con su propia
convicción. Para los testigos de Jehová su fe, para los
comunistas su ideología. Ambos encontraron
fuerza en el significado de su sufrimiento, en la certeza de
que sus ideas transcendían el horror
que les rodeaba. Esa necesidad de entender, de dar voz a
quienes han sido silenciados,
sigue siendo fundamental hoy. Por eso, y si me permites un
pequeño paréntesis para ampliar
este punto, quiero hablarte de Memorias en Movimiento.
ha sido borrada, como la comunidad trans durante la
dictadora española. El podcast está dirigido
por la artista sueca Cherstin Ekstrom, comprometida con
mantener viva la memoria de aquellos que
incluso en la oscuridad encontraron su propia luz. Ahí
encontrarás varios ejemplos.
Sigamos. No se trata solo de sobrevivir. Se trataba de
encontrar un significado,
de sentir que el sufrimiento no era aleatorio, sino parte de
algo más grande.
Mira los países con cristianismo como religión principal. En
muchos, especialmente en países
católicos, las tasas de suicidio tienden a ser más bajas. Pero
cuidado, no es por la creencia en
sí misma. Es por el tejido social que esa creencia genera.
Un sentido de comunidad, un espacio donde
te sientes acogido donde no estás solo. Pero no idealicemos.
Rusia, con su cristianismo ortodoxo
y lituania católico, tienen altas tasas de suicidio. Lo
importante no es la creencia específica,
sino el sentido de pertenencia. Las comunidades religiosas no
protegen por sus dogmas,
protegen porque crean un contexto, porque ofrecen un
espacio donde puedes decir
nosotros en lugar de yo. Y esto va más allá de la religión. Mira
los movimientos políticos,
las organizaciones comunitarias, los grupos de apoyo. Todos
ofrecen algo fundamental,
que es un sentido de propósito. En el fondo, todos buscamos lo
mismo, ser vistos,
ser escuchados, sentir que importamos. La resiliencia no es
un superpoder, es una red,
una red tejida con hilos de significado, de comprensión y,
sobre todo, de conexión humana.
Hay temas que nos resultan bastante incómodos, que
preferimos evitar. El tramo sexual es uno de
ellos, pero precisamente por esa incomodidad necesitamos
hablarlo. No voy a dar te estadísticas
frías, voy a hablarte de experiencias humanas, de heridas
que van mucho más allá de lo físico.
Durante años, en uno de los trabajos del Dr. Friedman, tuvo
una discusión profunda sobre
cómo hablar con personas que han experimentado traumas sexuales.
Y lo que descubrimos fue
desgarrador y esperanzador al mismo tiempo. Primero, un dato
que nos acude. Sobremos
preguntar más a las mujeres sobre estos traumas. Con los
chicos es más aleatorio, pero la
realidad es que los traumas sexuales son iguales de comunes
en chicos que en chicas.
No fue una conversación alegre. Fue una triste realización sobre
cómo los sesgos estructurales
secuelan incluso cuando queremos estar siendo cuidadosos. Los
traumas sexuales son un tipo
especial de herida. No son solo un evento, son una intervención
violenta en tu autonomía.
Imagina algo que invade tu cuerpo, que socava completamente
tu voluntad, que si no tienes
suerte en cómo lo manejas cambia profundamente tu capacidad de
afrontamiento. Es como una
grieta en tu integridad, una grieta tremendamente violenta.
Hemos visto en personas que han sido
víctimas de abusos sexuales, ya sea un único incidente o
múltiples, pero la experiencia
de indefensión es particularmente intensa y clara.
Lo más desgarrador es que esta herida no es algo
que simplemente pasa, puede activarse años después. No
necesariamente de una manera sexualizada,
pero provocando un tumulto de reacciones emocionales que son
difíciles de manejar. Y a veces este
tumulto puede desencadenar algo que los profesionales llamamos
suicidalidad impulsiva.
No estamos hablando de un mecanismo simple, es un
ecosistema emocional complejo donde un trauma
puede ser como una piedra lanzada en un estanque,
generando ondas que alteran toda la superficie.
Pero hablar de esto no es condenarse, es el primer paso
para la sanación. Cada vez que
alguien puede nombrar su dolor está recuperando un pedazo de
esa autonomía. No se trata
de olvidar, se trata de integrar, de entender que tu
valor no está definido por lo que te sucedió,
sino por tu capacidad de seguir siendo tú mismo. Si algo de esto
resuena contigo, recuerda, no estás
solo, no estás sola. Hay profesionales, hay espacios
seguros y tu dolor merece ser escuchado,
tu recuperación es posible. Hablemos de adopción y los
vínculos emocionales,
pasándonos en la charla del Dr. Friedman, quien ha investigado
en profundidad cómo la adopción
influye en la salud mental un tema que, además, tiene muchos
matices personales y sociales.
Uno de los puntos clave que menciona el Dr. Friedman es la
importancia de la edad en la adopción.
Sabemos que los primeros años de vida son fundamentales para el
desarrollo emocional de
un niño. Durante ese periodo se establecen los vínculos de
apego, que influyen en cómo
percibimos el mundo y en nuestra capacidad para confiar en los
demás.
Cuando un bebé es adoptado antes de los 6 meses, su capacidad de
formar un apego seguro con sus
nuevos cuidadores es mucho mayor. Sin embargo, cuando la
adopción ocurre más tarde,
especialmente después de los 5 o 6 años, la situación puede
volverse más compleja.
En muchos casos estos niños han pasado largos periodos en
instituciones donde
sus necesidades físicas pueden haber sido atendidas, pero no
necesariamente sus necesidades
emocionales. El Dr. Friedman explica que la clave está en lo
que llamamos contexto de apego,
es decir, cómo un niño interpreta su entorno en base a
las respuestas que recibe de quienes
lo cuidan. Un niño que ha aprendido que sus necesidades
están atendidas desarrollará
confianza y seguridad en sí mismo, pero si ha experimentado
abandono o respuestas inconscientes,
puede desarrollar patrones de apego inseguros. Esto se refleja
en estudios que muestran que
los niños adoptados tardíamente pueden tener mayores
dificultades psicológicas. Un caso
particular que menciona es el de niñas adoptadas del sureste
asiático, quienes han estado
sobrerepresentadas en hogares de protección debido a problemas de
apego y ajuste emocional.
Ahora, aquí es donde me permito agregar algo desde mi propia
perspectiva. La adopción es un acto
de amor y compromiso, pero también requiere una comprensión
profunda de los desafíos que
pueden surgir. No es simplemente darle un hogar a un niño, sino
acompañarlo en un proceso
de adaptación y crecimiento. Como sociedad, es fundamental
que hablemos sobre esto sin tabúes
y sin romantizar la adopción. Es un camino que puede traer muchas
alegrías, pero también
conlleva responsabilidades enormes. Proporcionar apoyo a
las familias adoptivas, educar sobre
el apego y ofrecer recursos psicológicos adecuados es vital
para que los niños puedan desarrollarse
de manera saludable.
Otro aspecto que menciona al Dr. Friedman es el riesgo de
suicidalidad. En algunos
niños adoptados tardiamente. La sensación de no pertenencia, el
duelo por la familia biológica
y las dificultades en la vinculación pueden ser factores
de riesgo. Esto es algo que también
observamos en otros grupos vulnerables, como las personas
que experimentan discriminación por
su origen o identidad. Por eso, la adopción debe ir acompañada
de una red de apoyo sólida.
Las familias adoptivas necesitan información, guía y un espacio
para compartir sus experiencias.
Y como sociedad debemos garantizar que los niños
adoptados crezcan en entornos donde se sientan
aceptados, seguros y comprendidos.
Ahora pasemos a otro tema fundamental
que abordó el Dr.
Friedman. Las experiencias de minorías y cómo la sensación de
no pertenecer afecta a la salud
mental. El sentimiento de exclusión puede tener efectos
devastadores en la autostima
y el bienestar emocional de una persona. Esto se hace
especialmente evidente en las
comunidades LGBTQI plus, donde la discriminación y la falta de
aceptación pueden llevar
a un mayor riesgo de depresión y ansiedad. En particular, las
personas trans que experimentan
disfueria de género enfrentan desafíos adicionales, ya que la
falta de reconocimiento de su identidad
puede generar altos niveles de angustia. Pero la sensación de
no pertenencia no solo
afecta a la comunidad LGBTQI plus. Las personas que han
sufrido racismo y discriminación también
enfrentan un impacto profundo en su salud mental. Crecer en un
entorno donde constantemente se
te recuerda que eres diferente puede generar inseguridad y
aislamiento y una sensación de
desesperanza. El Dr. Friedman enfatiza que la identidad juega
un papel crucial en nuestro
bienestar emocional. Si una persona siente que no encaja en
su entorno, si su cultura,
su origen o su identidad son motivo de rechazo, las
consecuencias pueden ser graves. Es por esto que
las redes de apoyo y representación son tan
importantes. Poder ver reflejada tu identidad en
tu comunidad y sentirte validado puede marcar una gran diferencia
en la salud mental.
A nivel social debemos preguntarnos ¿Qué estamos
haciendo para construir un mundo más inclusivo?
¿Cómo podemos garantizar que ninguna persona se sienta
invisible o indeseada? La lucha contra
la discriminación y el apoyo a las minorías no es solo un acto
de justicia, sino también una forma
de salvar vidas. Ahora pasemos a otro tema fundamental, las
señales de alerta en jóvenes.
Identificar a tiempo ciertos signos puede marcar la
diferencia entre prevenir una crisis
o lamentar no haber actuado antes. Basándonos en la
información compartida por el Dr. Friedman,
hablaremos de algunos de los principales indicadores de
riesgo y de qué manera podemos
intervenir de forma efectiva.
Uno de los primeros signos a los que hay que prestar atención
es el
consumo temprano de sustancias. Si un joven comienza a fumar,
beber alcohol o experimentar
con drogas a una edad temprana puede ser una señal de que algo
no va bien. No siempre se trata
de simple curiosidad o presión social, sino que en muchos casos
es un mecanismo de escape para
lidiar con problemas emocionales más profundos. Además, cuando se
inicia el consumo de sustancias,
mayor es el riesgo de desarrollar una dependencia en
el futuro. Por eso es crucial detectar
estas conductas y ofrecer apoyo antes de que se conviertan en un
problema mayor.
Otro aspecto clave es la retirada social. Si un joven que
solía participar en actividades,
salir con amigos o compartir tiempo con la familia de repente
esa isla es una señal de alarma. Puede
que esté pasando por un momento difícil, lidiando con la
ansiedad, depresión o sintiendo que no
encaja en su entorno. Aquí es fundamental no ignorar el
cambio. A veces el joven no pedirá
ayuda directamente, pero su comportamiento hablará por sí
mismo. La clave está en acercarse con
empatía, sin presionar, pero dejando claro que estamos ahí
para él, ella o incluso ella.
Los cambios de comportamiento también pueden ser un signo
importante. Alteraciones en el sueño,
en la alimentación, bajadas en el rendimiento académico o
cambios drásticos en el estado
de ánimo pueden indicar que algo está ocurriendo. El Dr. Friedman
nos recuerda que la impulsividad es
mayor en adolescentes, lo que puede llevar a decisiones
precipitadas con consecuencias graves. Prestar
atención a estas señales y generar espacios seguros para
hablar de lo que sienten es esencial para
brindarles el apoyo adecuado. Para abordar estas situaciones,
existen programas diseñados para
concienciar y prevenir el suicidio infantil como JAM,
you're the wear of mental health.
Se ha mostrado que iniciativas como esta reducen
significativamente los comportamientos suicidas
en jóvenes al proporcionar herramientas para identificar y
gestionar emociones difíciles.
Es crucial que como sociedad promovamos este tipo de
programas en escuelas y espacios juveniles
y que estemos atentos a cualquier signo de alerta,
porque al final del día lo mas importante es que
ningún joven se sienta solo en estas dificultades.
Para cerrar este análisis sobre la salud mental
y los factores de riesgo en jóvenes volvamos a lo que el Dr.
Friedman enfatiza como clave en la
prevencion y el acompañamiento, que es la importancia de hablar
abiertamente, escuchar
sin juzgar, estar atentos a los cambios y, sobretodo, demostrar
que nos importa.
Hablar abiertamente sobre la salud mental sigue siendo un
desafío en muchas comunidades. A
menudo el miedo al estigma hace que muchas personas callen sus
preocupaciones, lo que agrava su
situación. Pero el Dr. Friedman insiste en que cuando más
normalicemos estas conversaciones más
fácil será que quienes necesitan ayuda la busquen sin miedo ni
vergüenza.
Escuchar sin juzgar es otra pieza fundamental. Muchas veces,
cuando alguien nos habla de su
sufrimiento, nuestra primera reacción es dar consejos o
minimizar su experiencia con frases
como todo mejorará o hay personas en peores situaciones.
Aunque dichas con buena intención,
estas respuestas pueden hacer que la persona sienta que no es
comprendida. Escuchar de manera activa
y empática puede marcar una gran diferencia en su bienestar
emocional.
También es esencial estar atentos a los cambios. No
siempre las personas expresan sumar estar
con palabras, pero lo hacen con su comportamiento, alteraciones
en el estado de ánimo, cambios
en los hábitos de sueño o alimentación, aislamiento
repentino. Todo esto puede
ser una señal de que algo no está bien. Estar presentes y
observar sin invadir es
un acto de cuidado fundamental. Y por último, pero no menos
importante, demostrar que nos importa.
A veces un simple, estoy aquí para ti, puede hacer una gran
diferencia en la vida de alguien
que se siente solo o sola. No es necesario tener todas las
respuestas, solo estar ahí,
mostrando apoyo genuino. Es en estos pequeños gestos donde
reside la verdadera
prevención y el acompañamiento efectivo. Con estas reflexiones
finales cerramos este episodio.
Ojalá que estas palabras resuenen y nos ayuden a
construir una sociedad más empática y atenta
a las necesidades de quienes nos rodean. Sigamos hablando,
sigamos escuchando y sobre todo,
sigamos mostrando que nos importa. Gracias por acompañarme
en este viaje de comprensión
y empatía. Recuerda que puedes encontrar más contenidos en
aragay.net, apoyarnos como mecenas
y seguir explorando estos temas fundamentales. La prevención del
suicidio comienza con la
conversación, la escucha y el amor. Hasta el próximo episodio.